En Fotogramas.es, Antonio Trashorras opinó acerca de Brave:
Filigranas técnicas y formales aparte, la mayor aportación de Pixar ha sido ofrecer a la masa una alternativa de entretenimiento familiar no infectada por ese plan de domesticación social que agusana parte de la historia del largometraje animado.
Sin pertenecer a esa estirpe de proyectos de la compañía (véase, WALL·E, Up, Ratatouille…) caracterizada por la asunción de admirables retos narrativos y/o infrecuentes complejidades conceptuales, Brave resulta otro de esos sobresalientes divertimentos no idiotizadores que tan alto colocan el listón medio del sello creado por John Lasseter.
Pura distracción de un dinamismo contagioso y un abrumador nivel visual, fábula ligera no rendida a la necedad, accesible sin caer en el pensamiento flojo típico de la paternidad mansa de Occidente, el film tal vez apela, por lo inusualmente explicativo (para ser Pixar) de algunos pasajes, a un espectador de menor edad. No obstante, aun sin romper moldes, Brave trasciende la rutinaria épica que vende el tráiler para configurar un relato más intimista de lo esperado, que (salvando distancias dramáticas y culturales) se acerca más en espíritu a El viaje de Chihiro (2001), de Hayao Miyazaki, que a la chuchería dudosamente feminista con que Hollywood acostumbra a sedarnos.
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